lunes, 17 de febrero de 2014

Cuando no estás, o me encuentro en otro lugar del mundo, 
cuando no estás, me equivoco cada medio segundo, 
cuando no estás, la soledad me aconseja mal. 
Cuando no estás, no se abre el paracaídas y salto igual, 
y me pierdo en habitaciones vacías, 
cuando no estás, cuando no estás conmigo… 
Cuando no estás, la casa vacía pregunta, ¿Cuándo volverás? 
Y escribo versos crueles conmigo, 
cuando no estás,  estoy esperando que vuelvas. 
Cuando no estás, me paso el día contando minutos, 
cuando no estás, o me pierdo en un laberinto oscuro, 
cuando no estás, la soledad me aconseja mal. 
Cuando no estás, sólo espero verte llegar por esa puerta, 
lo que ocurre cuando vuelvo es que te quiero más, 
estoy esperando que vuelvas.

viernes, 14 de febrero de 2014

Eternamente enamorados…
(no es tan bueno como parece)

Efectivamente hay personas que quedan capturadas en el enamoramiento, pero eso que parece ser una muy buena noticia, suele no serlo. Porque aunque pueda parecer algo maravilloso esto de ser amado de esa manera tan idealizada, de saber que la otra persona está siempre pendiente de nuestros deseos, es necesario poner el acento en lo difícil que puede llegar a ser para alguien tener que soportar el lugar del que siempre completa al otro, del que tiene todo lo que el otro necesita.
Lo que ocurre es que hay quienes no están en condiciones psicológicas para emprender una relación sana y, entonces, cuando se les termina la novela rosa, se les termina el amor. Porque, en definitiva, la relación de amor tiene que ver con eso de poder discriminar lo que el otro tiene para dar, de lo que no tiene; y es más, a lo mejor lo tiene pero no lo quiere dar, y es su derecho.
Por eso se hace necesaria una cuota de madurez para tener ese respeto por la voluntad del otro e intentar ser feliz a pesar de esto que no puede o no quiere dar.
Cuando alguien no es respetuoso de esta dinámica, la relación se vuelve patológica. ¿Por qué? Porque va a buscar de cualquier modo lo que no obtiene y va a atormentar al otro, lo va a presionar y esto va a hacer que su pareja se siente mal, cuestionada y exigida todo el tiempo.
Pues bien, el celoso es antes que nada un sujeto que vive con la sensación de estar permanentemente en peligro; torturado por el temor de que venga otro a robarle lo que ama.
El celoso vive abrumado por esos cuestionamientos que dirige, a veces en silencio, a su pareja: ¿qué es lo que piensa, qué es lo que mira, qué es lo que siente? Tiene la necesidad de tener bajo control todos los aspectos de la persona que quiere, por el temor a que se vaya con alguien mejor. Como decíamos al comienzo del encuentro, de que le dé a otro lo que él quiere para sí.
Al hombre celoso en realidad, no le alcanza nada. Ni la sonrisa, ni el cuerpo, ni la mirada que se le entrega a él. Es como si quisiera tener hasta la exclusividad de su pensamiento y aún más. Querría tenerlo todo.
Pero, recordemos algo que dijimos en el primer encuentro: todo no se puede.
Y ésta es la tortura del celoso; o la celosa. Que no le alcanza con nada, porque lo que busca es otra cosa; lo que busca no se lo puede dar la persona que ama porque siempre querrá mas.
La dinámica de los celos: si le da su cuerpo, quiere su amor, si le da su amor, quiere sus pensamientos, si le da sus pensamientos, querrá también en sus recuerdos y seguirá, hasta que en algún momento, la pareja no va a poder darle todo, porque lo que está pidiendo es otra cosa. Algo que ni el mismo sabe qué es.
Dice Freud que nunca estamos menos protegidos contra el dolor que cuando amamos. Porque es imposible no ser un enamorado en peligro ya que, todo el que ama, corre un riesgo.
El celoso, y llegamos por fin a una primera definición, es aquel al que ese riesgo se le vuelve una tortura.

jueves, 13 de febrero de 2014

¿Los celos son una forma de demostrar amor?
(el que no cela no ama… pero el que cela es un gil)

Muchas veces ocurre que hay personas que nos han amado de verdad, que metafóricamente podríamos decir que fueron nuestras, y que sin embargo se han ido de nuestra vida para siempre, y eso no quiere decir que en su momento no haya sido un amor autentico. Lo que quiero decir es que las situaciones pueden cambiar y, sobre todo, que las cosas se pueden perder. Y remarco esto porque es algo que suele olvidarse en una relación, sobre todo cuando es duradera.
Pero en definitiva, los celos ¿son o no son una manifestación del amor?
Veamos, decimos que el otro es la razón de su vida, que solo tiene pensamientos para él y que lo ve idealizado. Evidentemente estamos hablando del lugar que alguien ocupa durante la etapa del enamoramiento.
Pero digamos que, en las personas celosas, el amor se comporta como si no pasara nunca por la etapa de desilusión y, por ende, jamás llegan a construir un amor maduro, ya que se quedan cristalizadas en el plano del enamoramiento. El otro siempre permanece idealizado, es el que vale, el objeto adorado al que se teme perder.
Los celos son, antes que nada, un modo enfermo de relacionarse. Un indicador de inseguridad y algo con lo cual hay que tener cuidado, porque ningún modo señala la presencia de un gran amor por el otro, sino una falta de amor por uno mismo.
La persona celosa no sale nunca de este lugar donde el otro es el importante y, con su amor desmesurado, condena a su pareja a la angustia permanente, porque no importa cuánto ésta le dé, el celoso nunca va estar tranquilo, porque el problema no es con el otro sino con él mismo.
La supuesta desconfianza en su pareja no es más que una proyección de la falta de confianza que tiene en sí mismo. Por usar un término frecuente, digamos que se trata de un problema de autoestima, aunque sería más preciso decir que hubo algo durante el desarrollo de la psiquis de esa persona que lo ha dejado con una fuerte sensación de desprotección.
Pero ¿por qué se da esta falencia, con qué tiene que ver?
Para explicar eso digamos que no nacemos con una personalidad, sino que ésta se construye a lo largo del tiempo y a partir de la interrelación del chico con su entorno, especialmente con sus padres. Y que es a partir de este contacto que va desarrollando un carácter y encontrando una identidad propia.
Si ustedes le preguntaran a un chico de dos o tres años ¿de quién es este juguete? Les respondería: del nene. No diría: es mío. Porque él aun no es él. No tiene algo en lo que reconozca y habla de sí mismo en tercera persona. Solo más adelante esta identidad, esta personalidad, se ira construyendo hasta que pueda decir: Mío.
Pues bien, a ese momento del desarrollo en el que se produce ese cambio psíquico que le permite a alguien reconocer un yo propio y diferenciado del resto, es al que los analistas denominamos Narcisismo y, generalmente, es allí donde puede encontrarse el origen de este tipo de inseguridades personales.



miércoles, 12 de febrero de 2014

De príncipe a mendigo
(el peligro de comerse un sapo)

Seguramente el termino desilusión pueda generar una cierta impresión negativa, pero no es esa la intención de este libro. Solo lo utilizo siguiendo la misma lógica de razonamiento que venimos compartiendo, y lo llamo así porque es el momento en el que cae ese proceso ilusorio de ver al otro como alguien maravilloso capaz de completarnos; aunque en realidad lo que sucede es que aparece una ilusión nueva pero de signo contrario: dejamos de ver lo mejor de lo que era para ver lo peor de lo que es.
¿Y cómo se da el paso entre una etapa y la otra?
El tiempo pasa y el enamorado vé que la persona que ama tiene cosas que no le gustan, que no es el ser perfecto que creyó en un primer momento, que no puede llenar todos sus anhelos y se desilusiona. Y en esa desilusión, enojado porque el otro resulto ser nada más que un ser humano, lo juzga con crueldad y, así como antes multiplicaba sus virtudes, ahora multiplica sus falencias; aunque mejor sería decir, lo que él cree que son sus falencias.
Desde el punto de vista emocional, lo primero que suele aparecer es un sentimiento de enojo, el deseo de terminar con la relación que no resulto ser lo que se esperaba y reaparece la sensación de vacío e incompletud.
Dichas estas cosas, daría la impresión que es mejor el momento de enamoramiento al de desilusión. Y puede que así sea, aunque ambos sean igualmente ilusorios. Pero lo cierto es que las dos etapas conllevan un peligro latente.

martes, 11 de febrero de 2014

El amor incondicional

Digamos entonces que para llegar al amor, siempre hay que luchar contra la desilusión, aunque cueste. Pero esto no implica que sea cualquier precio.
Dijimos que para superarla, una persona debe aceptar que el otro tiene algunas cosas que no le gustan y que no la hacen feliz. Bueno, es ahí donde aparece el tema del costo.
Hay una palabra que suele acompañar la idea del amor y que tiene estatus de noble y desintegrada, pero no es así. Es la palabra incondicional.
La mayoría de las personas suelen ver en eso algo maravilloso. Y lo dicen así: “yo te quiero incondicionalmente” o “necesito que seas incondicional conmigo”. Y lo cierto es que la incondicionalidad es una de las cosas que solemos encontrar en el núcleo de una relación enferma.
Porque la palabra incondicional quiere decir, ni más ni menos que “sin condiciones”. Entonces, amar a alguien incondicionalmente implica amarlo sin ponerle ninguna condición.

lunes, 10 de febrero de 2014

Una historia de amor, venganza y castigo

Los griegos de la época clásica, por ejemplo, localizaban el amor en otra parte del cuerpo. Para ellos, el órgano importante era el hígado. De allí el mito de Prometeo.
Prometeo, que era una especie de gigante, tuvo la idea de engañar a los dioses a favor de los humanos. ¿Qué hizo? Fue hasta el Monte Olimpo, les robo una pequeña brasa de fuego, la escondió dentro de una caña hueca, salió disimuladamente y se la regalo a los hombres, que hasta ese entonces no conocían el fuego. A los dioses no les gusto esto y decidieron castigarlo dándole un regalo.  
Los dioses, entonces, le regalan a Prometeo, y esto ya tiene que ver con algo del orden de la seducción y el amor, una mujer con una caja llena de obsequios. Seguramente la conocen; el nombre de esa mujer era Pandora y todos hemos oído hablar de la famosa caja de Pandora.
Pues bien, Pandora, que era muy pero muy bella, se presenta ante Prometeo y le entrega la caja que le obsequiaban los habitantes del Olimpo. Pero este, que no les había robado el fuego justamente por ser un ingenuo, les agradeció mucho pero dejo la caja cerrada en un rincón. La complicación surgió cuando su hermano, Epimeteo, que no era tan lucido como él, abrió la caja por curiosidad.
¿Y con que se encontró? Con que los dioses habían encerrado dentro de esa caja todas las desgracias del mundo, las que salieron no bien Epimeteo la hubo abierto. Y por culpa de ese acto, de ese descuido, y podríamos pensarlo en el sentido de un acto fallido, es que hoy existen todas las desgracias y sufrimos tanto.
“¿Todo culpa de un tonto?”, podría preguntar alguien. Sí, y quien no haya sufrido nunca por culpa de un tonto que arroje la primera piedra.
Prometeo, viendo que al abrir la caja escapaban la desdicha, el desamor y el sufrimiento, se abalanzo rápidamente sobre ella y logro cerrarla, dejando atrapada, al menos una cosa: la esperanza. De donde se deduce que para los griegos, la esperanza era una castigo mas.
Piensen si no en lo que ocurre cuando alguien es abandonado por su pareja. Les aseguro que una de las peores cosas que le puede pasar a esa persona es quedar esperanzada.