
Un nuevo sollozo irrumpió en mi pecho. Hoy estaba haciendo daño a todo el mundo. ¿Acaso debía perjudicar a todo aquel que tocara?
No entendía por qué me sentía tan mal. Al fin y al cabo, siempre había sabido que aquello iba a acabar pasando tarde o temprano, pero Jacob nunca había tenido una reacción como ésa, jamás se había venido abajo mostrando toda la intensidad de su angustia. El dolor de su aullido seguía hiriendo en lo más hondo del pecho. Otra pena acompañaba al dolor. Pena por sentir lástima por Jacob. Pena también por herir a Edward. Por no ser capaz de dejar marchar a Jacob con serenidad, sabiendo que era lo correcto, que no quedaba otra salida.
Era una egoísta, hería a todo el mundo. Torturaba a aquellos a quienes amaba.
Me parecía a Cathy, el personaje de Cumbres borrascosas, sólo que mis opciones eran mucho mejores que las de ella, porque ni uno era tan malvado ni el otro tan débil. Y aquí estaba sentada, llorando por ello, sin hacer nada productivo para llevar las cosas por el buen camino. Exactamente igual que Cathy.
Lo que me hería no debía influir más en mis decisiones. No había de permitírmelo. Esta decisión valía de poco, llegaba demasiado tarde, pero a partir de ahora tendría que hacer lo correcto.
Tal vez ya se había terminado todo. Quizás Edward no pudiera traérmelo de nuevo. En tal caso, yo debería aceptarlo y continuar con mi vida. Edward no me volvería a ver nunca derramar otra lágrima por Jacob Black. Los sollozos tenían que terminarse. Me enjuagué la última lágrima con los dedos, fríos de nuevo.
Ahora bien, si Edward lograba traer a Jacob, habría de pedirle que se marchara de mi vida para nunca volver.
¿Por qué me resultaba tan difícil? Era muchísimo más arduo que decir adiós a mis otros amigos, a Angela, a Mike. ¿Por qué me hacia tanto daño? Eso no estaba bien. No debería hacerme sentir tan mal. Ya tenia lo que quería. No podía tenerlos a los dos, porque Jacob no se conformaba con ser sólo mi amigo. Ya era hora de que abandonara la idea. ¿Cómo podía ser tan ridículamente avariciosa?
Debía desprenderme de ese sentimiento irracional de que Jacob pertenecía a mi vida. Él no podía ser para mí, no podía ser MI Jacob cuando yo me había entregado a otra persona.